La característica esencial del insomnio primario consiste en tener durante un periodo largo (más de un mes) dificultad para iniciar o mantener el sueño, con la sensación de no haber disfrutado de un descanso reparador. Esto provoca un malestar o deterioro significativo del estado general del niño.
Durante la pesadilla el niño hace algún movimiento, gime y se despierta. Es un sueño largo y elaborado que provoca ansiedad y miedo. El niño es capaz de expresarlos y se puede dejar consolar fácilmente por los padres. Frecuentemente se despierta a consecuencia de la pesadilla y, a veces, puede persistir un estado ansioso debido a que el niño tiene miedo a volverse a dormir.
Menos habituales que las pesadillas, en los terrores nocturnos el niño no suele despertarse. Generalmente aparecen en la primera mitad de la noche. El niño puede sentarse en la cama y gritar o llorar angustiada y desconsoladamente. En estos episodios no es recomendable despertarlo; en caso de que se haga, el niño se encontrará desorientado y no recordará nada. Aunque no es asunto de especial preocupación, puede crear angustia en los padres y su reiteración afectará también en la facilidad de dormirse del niño.